Aunque no trascendieron detalles concretos del contenido de su charla, la sola imagen de ambos dirigentes conversando informalmente mientras se homenajeaba al papa Francisco, generó cuestionamientos entre los presentes sobre la pertinencia del momento elegido para ese intercambio.

El hecho de que Trump, quien arrastra una estela de polémicas y causas judiciales, y Abinader, quien atraviesa su propia campaña de reelección, decidieran priorizar su charla personal sobre el respeto institucional, no pasó desapercibido ni para los medios ni para los observadores internacionales. Algunos asistentes consideraron el gesto como una falta de respeto al significado del acto, mientras otros lo interpretaron como una jugada política deliberada.

En un evento donde se esperaba solemnidad y recogimiento, la conversación de Abinader y Trump ofreció un espectáculo paralelo que dejó en evidencia, una vez más, cómo ciertos líderes logran convertir cualquier ocasión, incluso las de carácter sagrado, en plataformas para sus intereses personales.